3 de octubre de 2011

LA PLUMA DE MANOLÓN

Paseando entre naranjos Manolo trazaba sonetos de amor. Mientras, ella, en charrilandia, suspiraba embriagada acariciándose el vientre. Manolo los tenía bien puestos. Su Afrodita tormesina, mejor puestas y ¡doy fe!.


Iria Flavia él pensó. ¡Allí; y no en otro lugar¡. Manolo entornaba los ojos, inspiraba lentamente, sus pupilas se contraían, y su pluma se deslizaba sin esfuerzo. ¡Allí o en parte alguna será!. Y así, ensoñaba el galán seducir a su vestal. Entre el verdor de helechos gallegos y a orillas del rio Sar, sin duda la haría suya. ¡Así debía ser y nunca en otro lugar!

Languidecía la primavera de Breogán, cuando se armó de valor el seductor de estrofas goyescas. Y así fue. Entre tropos y sudor, entre pinos y deseo, entre Góngora y Quevedo, como Eros sucumbió. Y tanto la alzo a aquellas nubes, que sin quererlo la ahogó.

Alegoría de llantos, de recuerdos y de orgasmos. Ya en otoño y sin penita, ella sonríe y añora, aquellos versos que fueron, porque ya no pueden ser. Se lo comenta a un amigo, mientras “Lupita” sestea agotada del paseo. Pero sí de cuando en cuando, al abrir aquel cajón, relee la tinta añeja que a la cima la elevó.

Romance de D. Manuel, que quiso ser y no fue. Ayer mismo me contaron lo del ínclito Manuel: poeta, andaluz y fiel. Que por probar suave piel, confundió la tersa dermis con el dolor del querer. Y no es banal que así fuera, pues ni la rima era rima, ni el soneto sexo fue. Y no me riñan ustedes, que sólo soy matador. Un vendedor de "alusiones", al que no paga ni dios.





Finito de Aldeatejada –A la sazón novillero-











26 de septiembre de 2011

HIGHWAY TO LISBON


Más allá, sólo el Atlántico. Llegas, sin ser consciente, y a modo de aperitivo, te has comido una hora. Grandiosa y decadente. Así es Lisboa.

Acabado el recorrido matutino noto cierta sensación de atonía. Lo que es, y lo que fue. Tufillo a la pérfida Albión en las costumbres de sus moradores. Monopolio repostero a orillas del Tajo. ¡Belém, campanas de Belém!


Rescato recuerdos mientras tomo algo ligero. Frente a mí, una pareja de negros adinerados, mira de cuando en cuando. Más ella que él. Bossa nova en sus pupilas y letargo en sus caderas. Se le nota aburrida y, a mi anfitriona, distante.

 

Inabarcable. Así es esta ciudad. Lenta. Vidriosa. Agridulce. Caótica. Virtuosa. ¡Sacramento inacabado!

Anclada en días que no volverán, la tarde suspira. El sol bosteza al otro lado del 25 de abril, y una legión de miseria toma el ferry tarareando “Sympathy for the Devil”. Cabizbajos, resignados, cruzan ante la equina mirada de José I. Ellos bajan y yo subo. Tiene guasa que enfile hacia la avenida de la Libertad. Empinada. Así es la libertad.

 
Nunca regresarán los tiempos del Marqués. O sí. El seísmo de antaño ha tornado en forma de réplica bursátil. Tsunami de deuda soberana. Futuro calcinado. La faldriquera teutona está vacía y sí, ahora sí. Ahora el fado fatalista y llorón, cobra todo su sentido, mientras Mariza me arrulla con su voz.

Allá, en la estufa fría, rezuma humedad. Los helechos se recogen y una pareja hispano-lusa, se besa tras el tamarindo. Ella es como la urbe que cobija sus miedos. Asciende, llanea, desciende. Ahora da, mañana no sabe. 1884 Kms.  El retrovisor difumina el rio y, mientras me alejo, acelero acompañado por el "Misirlou" de Dick Dale & The Del Tones.  ¿Un paso atrás? Ni para cojer impulso.


Finito de Aldeatejada. A la sazón novillero.